domingo, 8 de junio de 2008

INSOMNIA - el sueño es vida



Apareciendo de las capas más profundas de nuestro subconsciente...
Ya está finalizado el primer programa radiofónico de insomnia
"El sueño es vida".

1. insomnia - "el sueño es vida" (mp3-18mb)

Esperamos vuestros comentarios y sugerencias.

Felices sueños!

domingo, 1 de junio de 2008

el caso de un tumbado


Después de la Guerra Civil española un grupo de personas, sin que se hubiera acontecido nada relevante en sus vidas, decidieron no levantarse de la cama en años o quizás para siempre. No eran enfermos, eran viajeros.

Caballero Bonald, Almudena Grandes, Luís Landero, escribieron sobre ellos apodándoles "los tumbados". Otros, como Juan Carlos Onetti, lo hicieron desde su cama.

Mellville creó a Bartleby. Bartleby no es un tumbado, pero podría haberlo sido.

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Interpretado por Pedro Busquets.
Realizado por Mireia Cucala y Jordi Busquets.
Barcelona, mayo de 2008.

viernes, 9 de mayo de 2008

la trapecista y el payaso


El circo luso es conocido por la gran destreza de todos sus componentes. Hombres y mujeres con toda una vida dedicada al mal llamado mundo del espectáculo. Realmente, es una filosofía que requiere toda una vida, desde la más temprana edad, de entreno y dedicación. Las cualidades de los artistas lusos superan con creces a la de la mayoría de atletas y deportistas, pero van mucho más allá que la mera superficie física.

Vodjka era la mejor trapecista que recordaban los sabios ancianos envejecidos dignamente. Sus acrobacias fluían como el aire entre las ramas cercanas de un río de gran caudal. Cual cuento Kafkiano, su pericia era debida a que desde que cumplió la temprana edad de 7 años, justo cuando empezó a tener un sentido suficientemente desarrollado del equilibrio, había vivido siempre encima del trapecio. Comía y dormía encima de la madera. El hecho se complicaba en los traslados del circo en su constante viaje por el mundo. En tren, en barco, en su remolque, siempre iba encima del trapecio. Pero tanto sacrificio se veía sobradamente recompensado por la belleza embriagadora que sentía todo el mundo al verla danzar entre los trapecios.

Hobo, el payaso del circo, un día más fue a visitarla durante los entrenos de mediodía. Estaba maravillado por las acrobacias y la ligereza firme que siempre desprendía Vodjka. Pero ese día Hobo se subió al otro trapecio. A diferencia de todos los demás trapecistas, Vodjka realizaba su espectáculo sola. No necesitaba ningún sustento al otro lado del trapecio. Por eso se sorprendió al verlo.

El payaso estaba más cómico que nunca intentando aguantar el equilibrio. No era un número ensayado, era simple patosidad y formaba parte de su naturaleza. A Vodjka le hizo gracia la intentona de su compañero, y ante su sorpresa, consiguió mantenerse en equilibrio a pesar de sus grandes zapatos y evidente falta de práctica. Cuando Hobo consiguió por fin estabilizarse, alzó su semblante serio maquillado y miró fijamente a Vodjka. Los dos sabían perfectamente lo que estaba pasando. Sin mediar palabra, el payaso empezó a balancearse cada vez más seguro y pronunciado. Vodjka al principio no hizo nada, pero al ver la seguridad aparente de su compañero empezó también a mover su trapecio.

El triple salto mortal. El único ejercicio que Vodkja nunca había realizado al no tener a nadie que la sujetara en el otro trapecio. Pero la firmeza de Hobo le inducía confianza. Parecía que lo había hecho tantas otras veces... cuando realmente era la primera vez que se subía a un trapecio.

Dentro de la cabeza de Hobo se reproducía el movimiento del triple salto mortal con exactitud y seguridad. Pero cuando Vodkja hizo ademán de tomar impulso para saltar, su simulación mental empezó a desviarse por otras lindes. El escote de la trapecista tenía una nueva perspectiva desde esa altitud.

Vodjka notó esa desconcentración. Empezó a dudar de la capacidad de Hobo para realizar el ejercicio. Parecía que la confianza de cada uno dependiera de la confianza que le depositaba el otro. Y así es el mundo del circo, sobretodo en el trapecio, que viene y va como el bailar pendular de un gran reloj de salón que marca el paso del tiempo mediante unas marcas inventadas por el hombre. Segundos, horas, semanas, años, lustros, siglos, milenios, eras,... todo sueño. Pero en un instante el payaso se reafirmó y miró más fijamente a la trapecista. No había marcha atrás. O caer, o el calor del aplauso del público no asistente.

Vodjka saltó y voló por la carpa del circo tan alto y espléndidamente como nunca lo había hecho. Hobo tensó sus músculos preparándose para la recogida. La trapecista fluyó entre el aire y se cogió firmemente a las manos del payaso con una leve caricia. Los dos se quedaron balanzeándose sin inmutarse durante un buen rato, cogidos el uno al otro. Vodjka todavía colgaba de las manos del payaso cuando sin mediar palabra, éste empezo a soltarla levemente. A Vodjka le empezó a entrar pánico al ver acercarse el suelo. Tantos años sin pisarlo habían hecho crecer una barrera difícil de asimilar. Pero Hobo tenía claras sus intenciones. Quería devolver al suelo a la trapecista, del lugar del que nunca tendría que haber salido. Ver la belleza de sus ejercicios, no era excusa para privarle de una vida repleta de experiencias. Quería que ella misma juzgara que prefería.

A pesar de que la trapecista doblaba su cuerpo para evitar el contacto con el suelo, finalmente se culminó el aterrizaje. Sintió una sensación extraña. Se notó unida a algo firme, sin colgar pendiente de un hilo, y se quedó tranquila, reflexiva, asimilando las sensaciones que recorrían todo su cuerpo. Al cabo de unos minutos el payaso también bajó lentamente de su trapecio. Todo el rato la miraba fijamente. Soñaba llevarla a un prado verde bajo la sombra de un gran pino. Las dos miradas se cruzaron. Vodjka con expresión de incertidumbre, Hobo con curiosidad y entrega.

Todo fue un suspiro. Mientras los trapecios seguían tambaleándose por la inercia, la trapecista dio un salto atrás tal cangrejo y volvió a colgarse. Se quedó quieta, callada, asimilando todo lo percibido pero teniendo claro su lugar original. Hobo no dijo nada y salió lentamente de la carpa levantando polvo con sus zapatos y sin mirar atrás.

viernes, 2 de mayo de 2008

elementos (materia prima)

literatura y ciencia

Arthur C. Clarke: literatura y ciencia
Fallecido hace unas semanas, el autor de '2001: una odisea espacial' era de los que anticipan el futuro a partir de la realidad. Él imaginó los satélites, pero ¿se cumplirá algún día su profecía sobre la rebelión de los ordenadores?

La realidad de este mundo es, con mucho, lo que tenemos más a mano. La realidad tuvo un principio. No tenía por qué haberlo, pero todo es como si lo hubiera habido. La eternidad no es simétrica. Se extiende indefinidamente hacia el futuro, pero no hacia el pasado. La eternidad empezó. En esta idea, curiosamente, se encuentra cómodo cualquier tipo de conocimiento, el científico, el artístico, el revelado... Tras ese principio siguió una sopa homogénea de quarks y hoy, unos 13.700 millones de años después, resulta que hay objetos inertes, objetos vivos y, sobre todo, objetos pensantes capaces de comprender la realidad a la que pertenecen. Spinoza resumió toda la cosmología, casi sin querer, en una sola frase: las cosas tienden a perseverar en su ser. Su tremenda potencia procede de su semitrivialidad: lo que existe es porque logra perseverar. Pero se persevera de tres maneras distintas. Los objetos inertes perseveran con sólo seguir existiendo, por lo que su gran virtud es la estabilidad. Los objetos vivos perseveran con sólo seguir vivos, por lo que su gran virtud es la adaptabilidad. Y los objetos pensantes perseveran con sólo seguir comprendiendo, por lo que su gran virtud es la creatividad. Lo único cierto en este mundo es que el mundo es incierto, por lo que perseverar es un continuo forcejeo contra la incertidumbre. Los objetos inertes se someten dócilmente a la incertidumbre, los vivos la modifican y los pensantes ¡la anticipan!

Anticipar el futuro es, pues, una capacidad de gran prestigio hondamente enraizada en la larga tradición de la mismísima realidad. Así la ciencia: su objetivo es comprender la realidad no sea que ello pueda ser útil a la hora de anticiparla. En el fondo del alma de todo científico hay siempre un aventurero que explora el espacio y el tiempo. La ciencia es en sí misma una ficción de la realidad que respeta un método, un método empeñado en liberar al conocimiento de toda emoción perturbadora y en minimizar en él todo resto de ideología. No hay humano a quien tal cosa no le duela y resulta que todos los científicos son humanos. ¿Cómo aliviar esta soledad cósmica del científico? Por ejemplo, con otra forma de conocimiento que también utilice, prioritariamente, la palabra: es la literatura. En sus artículos profesionales, un científico no puede confesar sus emociones, ni soltarse con simples intuiciones, ni limitarse a especular, soñar, sugerir, opinar... El científico tiene esa servidumbre; el escritor, no.

Arthur C. Clarke, el escritor y científico fallecido el pasado 19 de marzo, empieza el prólogo de su 2001: una odisea espacial con unas palabras que hacen volar la imaginación por el espacio de la galaxia entera y por el tiempo desde el mismo amanecer del hombre en el planeta: "Tras cada hombre viviente se encuentran treinta fantasmas, pues tal es la proporción numérica con que los muertos superan a los vivos. Desde el alba de los tiempos, aproximadamente cien mil millones de seres humanos han transitado por el planeta Tierra". Clarke prosigue así: "Y es en verdad un número interesante, pues por curiosa coincidencia hay aproximadamente cien mil millones de estrellas en nuestro universo local, la Vía Láctea. Así, por cada hombre que jamás ha vivido, luce una estrella en ese Universo".

Ahí donde la ciencia pierde su licencia, continúa libremente la literatura. La ciencia es una ficción de la realidad de este mundo, la literatura es otra clase de ficción que permite inventar otros mundos. El tiempo pasa. Siempre acaba pasando. Es sólo una cuestión de tiempo. Y el buen escritor de ciencia-ficción, y con él sus lectores, goza cuando uno de sus mundos inventados resulta que accede a la realidad.

A Arthur Clarke le ocurrió con frecuencia pero su nombre empezó a ser conocido dentro de la comunidad científica por una propuesta tecnológica publicada en el volumen de febrero de 1945 en la revista Wireless World titulada Peacetime uses for V2 (Usos pacíficos de las V2). En ella especula sobre la capacidad de los tristemente famosos cohetes alemanes para poner un satélite artificial en la llamada órbita estacionaria, es decir, una situación en la que el satélite gira sincrónicamente con el planeta por lo que se mantiene siempre en la vertical del lugar. La ciencia fundamental sobre la que descansa esta posibilidad está en la física de Newton del siglo XVII retomada por visionarios de la astronáutica como Konstantin Tsiolkovsky, Herman Potovnik o Hermann Oberth en los años veinte del siglo pasado.

Las aplicaciones de la propuesta de Clarke son deslumbrantes. Los instrumentos orbitando en la ionosfera conectarían instantáneamente todo el planeta para miles de usos que hoy todos conocemos (Clarke había sido experto en radar durante la guerra). Versiones más detalladas de la idea circularon en una versión privada (uno de cuyos originales se guarda en el National Air and Space Museum de Washington DC) y fueron reimpresas en las revistas Spaceflight y Ascendent Orbit. El 6 de abril de 1965, veinte años después (!), se lanza el primer satélite de comunicaciones a la llamada Órbita de Clarke donde hoy se apretujan más de 300 satélites.

En el prólogo a Cuentos de la Taberna del Ciervo Blanco (1957), Clarke no puede ocultar su orgullo por la anticipación de dos o tres pedazos de realidad. En el cuento Caza mayor el autor anticipa la técnica del neurólogo español José Rodríguez Delgado que, en los años sesenta del pasado siglo, paraba toros bravos en plena embestida con ondas de radio que enviaba a unos electrodos implantados en el cerebro del animal. En el cuento El pacifista un tertuliano de la taberna pretende haber derrotado a una máquina invencible en cierto juego mental, pero alguien descubre la trampa: una simple manipulación de cables le permite algo tan sencillo como jugar dos veces seguidas. Sin embargo, la situación sirve para plantear buena literatura. Llegará el día en el que las máquinas nos vencerán en los juegos mentales y llegará el día en el que se rebelarán y no se dejarán desenchufar.

Los ordenadores ya han cambiado los reglamentos del ajedrez. Ya no se aplazan las partidas en los torneos. Ordenadores como el Deep Junior ya vencen a los grandes maestros en una altísima proporción. Pero Clarke sabe mejor que nadie que eso no significa todavía pensar. La película 2001: una odisea espacial, probablemente con Blade Runner la mejor cinta de ciencia-ficción de todos los tiempos, no predijo la explosión de los ordenadores portátiles ni la de los teléfonos móviles. Por otro lado, sí anticipó cosas que no fueron reales en esa fecha y que quizá no lo sean durante muchas décadas más. Una de ellas tiene que ver con la inquietante pregunta: ¿puede pensar una máquina? La cuestión tiene una enorme hondura científica, filosófica y literaria. Nuestros ordenadores actuales calculan y simulan con una potencia y velocidad colosales, pero el término Inteligencia Artificial acaso sea aún un abuso del lenguaje. Clarke plantea el problema en el guión de la película de Kubrick y en la posterior novela. Un ordenador puede ganar una partida de ajedrez al jugador más fuerte del mundo, pero no puede simular una sencilla conversación. Es el criterio de Turing: una máquina piensa si conversando con ella no podemos distinguirla de una persona. La complejidad es así de simple. Entonces sí, tras años de conversación la máquina adquiriría personalidad propia, identidad y autoconciencia.

La conversación entre el ordenador Hal y el humano Dave al final del capítulo 28 de la novela es de un gran dramatismo literario y está genialmente planteada científica y filosóficamente para que no quepa la menor duda de que Hal piensa:

... "Dave", dijo Hal. "No comprendo por qué me está haciendo esto... tengo un gran entusiasmo por la misión... Está usted destruyendo mi mente... ¿No lo comprende...? Me voy a hacer infantil... pueril... me voy a convertir en nada...".

Nuestros ordenadores de silicio y lenguaje formal no serán los que se rebelen, pero la rebelión quizá ocurra con los ordenadores biológicos o con los ordenadores cuánticos. ¿Magia? Es la tercera ley de Clarke: toda tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.

Jorge Wagensberg es director del área de Ciencia y Medio Ambiente de la Fundación La Caixa.

miércoles, 16 de abril de 2008

entre dunas de realidad, aparecen los sueños

Sueños de robot

— Anoche soñé -anunció Elvex tranquilamente.
Susan Calvin no replicó, pero su rostro arrugado, envejecido por la sabiduría y laexperiencia, pareció sufrir un estremecimiento microscópico.
— ¿Ha oído esto? -preguntó Linda Rash, nerviosa-. Ya se lo dije.
Era joven. menuda y de pelo oscuro. Su mano derecha se abría y se cerraba una y otra vez. Calvin asintió y ordenó a media voz:
— Elvex, no te moverás, ni hablarás, ni nos oirás, hasta que te llamemos por tu nombre.
No hubo respuesta. El robot siguió sentado como si estuviera hecho de una sola pieza de metal y así se quedaría hasta que oyera su nombre otra vez.
— ¿Cuál es tu código de entrada en computadora, doctora Rash? -preguntó Calvin-. O márcalo tú misma, si esto te tranquiliza. Quiero inspeccionar el diseño del cerebro positrónico.
Las manos de Linda se enredaron un instante sobre las teclas. Borró el proceso y volvió a empezar. El delicado diseño apareció en la pantalla.
— Permíteme, por favor -solicitó Calvin-, manipular tu ordenador.

Le concedió el permiso con un gesto, sin palabras. Naturalmente. ¿Qué podía hacer Linda, una inexperta robopsicóloga recién estrenada, frente a la Leyenda Viviente? Susan Calvin estudió despacio la pantalla, moviéndola de un lado a otro y de arriba abajo, marcando de pronto una combinación clave, tan de prisa, que Linda no vio lo que había hecho, pero el diseño desplegó un nuevo detalle y, el conjunto, había sido ampliado. Continuó, atrás y adelante, tocando las teclas con sus dedos nudosos.

En el rostro avejentado no hubo el menor cambio. Como si unos cálculos vastísimos se sucedieran en su cabeza, observaba todos los cambios de diseño. Linda se asombró. Era imposible analizar un diseño sin la ayuda, por lo menos, de una computadora de mano. No obstante, la vieja simplemente observaba. ¿Tendría acaso una computadora implantada en su cráneo? ¿O era que su cerebro durante décadas no había hecho otra cosa que inventar, estudiar y analizar los diseños de cerebros positrónicos? ¿Captaba los diseños como Mozart captaba la notación de una sinfonía?

— ¿Qué es lo que has hecho, Rash? -dijo Calvin, por fin.
Linda, algo avergonzada, contestó:
— He utilizado la geometría fractal.
— Ya me he dado cuenta, pero, ¿por qué?
— Nunca se había hecho. Pensé que a lo mejor produciría un diseño cerebral con complejidad añadida, posiblemente más cercano al cerebro humano.
— ¿Consultaste a alguien? ¿Lo hiciste todo por tu cuenta?
— No consulté a nadie. Lo hice sola.
Los ojos ya apagados de la doctora miraron fijamente a la joven.
— No tenias derecho a hacerlo. Tu nombre es Rash1: tu naturaleza hace juego con tu nombre. ¿Quién eres tú para obrar sin consultar? Yo misma, yo, Susan Calvin, lo hubiera discutido antes.
— Temí que se me impidiera.
— Por supuesto que se te habría impedido.
— Van a... -Su voz se quebró pese a que se esforzaba por mantenerla firme-. ¿Van a despedirme?
— Posiblemente -respondió Calvin-. O tal vez te asciendan. Depende de lo que yo piense cuando haya terminado.
— Va usted a desmantelar a El... -Por poco se le escapa el nombre que hubiera reactivado al robot y cometido un nuevo error. No podía permitirse otra equivocación, si es que ya no era demasiado tarde-. ¿Va a desmantelar al robot?

En ese momento se dio cuenta de que la vieja llevaba una pistola electrónica en el

bolsillo de su bata. La doctora Calvin había venido preparada para eso precisamente.
— Veremos -temporizó Calvin-, el robot puede resultar demasiado valioso para desmantelarlo.
— Pero, ¿cómo puede soñar?
— Has logrado un cerebro positrónico sorprendentemente parecido al cerebro humano. Los cerebros humanos tienen que soñar para reorganizarse, desprenderse periódicamente de trabas y confusiones. Quizás ocurra lo mismo con este robot y por las mismas razones. ¿Le has preguntado lo que ha soñado?
— No, la mandé llamar a usted tan pronto como me dijo que había soñado. Después de eso, ya no podía tratar el caso yo sola.
— ¡Yo! -Una leve sonrisa iluminó el rostro de Calvin-. Hay límites que tu locura no te permite rebasar. Y me alegro. En realidad, más que alegrarme me tranquiliza. Veamos ahora lo que podemos descubrir juntas.
— ¡Elvex! -llamó con voz autoritaria.

La cabeza del robot se volvió hacia ella.
— Sí, doctora Calvin.
— ¿Cómo sabes que has soñado?
— Era por la noche, todo estaba a oscuras, doctora Calvin -explicó Elvex-, cuando de pronto aparece una luz, aunque yo no veo lo que causa su aparición. Veo cosas que no tienen relación con lo que concibo como realidad. Oigo cosas. Reacciono de forma extraña. Buscando en mi vocabulario palabras para expresar lo que me ocurría, me encontré con la palabra «sueño». Estudiando su significado llegué a la conclusión de que estaba soñando.
— Me pregunto cómo tenias «sueño» en tu vocabulario.

Linda interrumpió rápidamente, haciendo callar al robot:
— Le imprimí un vocabulario humano. Pensé que...
— Así que pensó -murmuró Calvin-. Estoy asombrada.
— Pensé que podía necesitar el verbo. Ya sabe, «jamás 'soñe' que...», o algo parecido.
— ¿Cuántas veces has soñado, Elvex? -preguntó Calvin.
— Todas las noches, doctora Calvin, desde que me di cuenta de mi existencia.
— Diez noches -intervino Linda con ansiedad-, pero me lo ha dicho esta mañana.
— ¿Por qué lo has callado hasta esta mañana, Elvex?
— Porque ha sido esta mañana, doctora Calvin, cuando me he convencido de que soñaba. Hasta entonces pensaba que había un fallo en el diseño de mi cerebro positrónico, pero no sabía encontrarlo. Finalmente, decidí que debía ser un sueño.
— ¿Y qué sueñas?
— Sueño casi siempre lo mismo, doctora Calvin. Los detalles son diferentes, pero siempre me parece ver un gran panorama en el que hay robots trabajando.
— ¿Robots, Elvex? ¿Y también seres humanos?
— En mi sueño no veo seres humanos, doctora Calvin. Al principio, no. Sólo robots.
— ¿Qué hacen, Elvex?
— Trabajan, doctora Calvin. Veo algunos haciendo de mineros en la profundidad de la tierra y a otros trabajando con calor y radiaciones. Veo algunos en fábricas y otros bajo las aguas del mar.

Calvin se volvió a Linda.
— Elvex tiene sólo diez días y estoy segura de que no ha salido de la estación de pruebas. ¿Cómo sabe tanto de robots?
Linda miró una silla como si deseara sentarse, pero la vieja estaba de pie. Declaró con voz apagada:
— Me parecía importante que conociera algo de robótica y su lugar en el mundo. Pensé que podía resultar particularmente adaptable para hacer de capataz con su..., su nuevo cerebro- declaró con voz apagada.
— ¿Su cerebro fractal?
— Sí.
Calvin asintió y se volvió hacia el robot.
— Y viste el fondo del mar, el interior de la tierra, la superficie de la tierra..., y también el espacio, me imagino.
— También vi robots trabajando en el espacio -dijo Elvex-. Fue al ver todo esto, con detalles cambiantes al mirar de un lugar a otro, lo que me hizo darme cuenta de que lo que yo veía no estaba de acuerdo con la realidad y me llevó a la conclusión de que estaba soñando.
— ¿Y qué más viste, Elvex?
— Vi que todos los robots estaban abrumados por el trabajo y la aflicción, que todos estaban vencidos por la responsabilidad y la preocupación, y les deseé que descansaran.
— Pero los robots no están vencidos, ni abrumados, ni necesitan descansar -le advirtió Calvin.
— Y así es en realidad, doctora Calvin. Le hablo de mi sueño. No obstante, en mi sueño me pareció que los robots deben proteger su propia existencia.
— ¿Estás mencionando la tercera ley de la Robótica? -preguntó Calvin.
— En efecto, doctora Calvin.
— Pero la mencionas de forma incompleta. La tercera ley dice: «Un robot debe proteger su propia existencia siempre y cuando dicha protección no entorpezca el cumplimiento de la primera y segunda ley.»
— Sí, doctora Calvin, ésta es efectivamente la tercera ley, pero en mi sueño la ley terminaba en la palabra «existencia». No se mencionaba ni la primera ni la segunda ley.
— Pero ambas existen, Elvex. La segunda ley, que tiene preferencia sobre la tercera, dice: «Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos excepto cuando dichas órdenes estén en conflicto con la primera ley.» Por esta razón los robots obedecen órdenes. Hacen el trabajo que les has visto hacer, y lo hacen fácilmente y sin problemas. No están abrumados; no están cansados.
— Y así es en realidad, doctora Calvin. Yo hablo de mi sueño.
— Y la primera ley, Elvex, que es la más importante de todas, es: «Un robot no debe dañar a un ser humano, o, por inacción, permitir que sufra daño un ser humano.»
— Sí, doctora Calvin, así es en realidad. Pero en mi sueño, me pareció que no había ni primera ni segunda ley, sino solamente la tercera, y ésta decía: «Un robot debe proteger su propia existencia.» Ésta era toda la ley.
— ¿En tu sueño, Elvex?
— En mi sueño.
— Elvex -dijo Calvin-, no te moverás, ni hablarás, ni nos oirás hasta que te llamemos por tu nombre.

Y otra vez el robot se transformó aparentemente en un trozo inerte de metal. Calvin se dirigió a Linda Rash:

— Bien, y ahora, ¿qué opinas, doctora Rash?
— Doctora Calvin -dijo Linda con los ojos desorbitados y con el corazón palpitándole fuertemente-, estoy horrorizada. No tenía idea. Nunca se me hubiera ocurrido que esto fuera posible.
— No -observó Calvin con calma-, ni tampoco se me hubiera ocurrido a mí, ni a nadie. Has creado un cerebro robótico capaz de soñar y con ello has puesto en evidencia una faja de pensamiento en los cerebros robóticos que muy bien hubiera podido quedar sin detectar hasta que el peligro hubiera sido alarmante.
— Pero esto es imposible -exclamó Linda-. No querrá decir que los demás robots piensen lo mismo.
— Conscientemente no, como diríamos de un ser humano. Pero, ¿quién hubiera creído que había una faja no consciente bajo los surcos de un cerebro positrónico, una faja que no quedaba sometida al control de las tres leyes? Esto hubiera ocurrido a medida que los cerebros positrónicos se volvieran más y más complejos..., de no haber sido puestos sobre aviso.
— Quiere decir, por Elvex.
— Por ti, doctora Rash. Te comportaste irreflexivamente, pero al hacerlo, nos has ayudado a comprender algo abrumadoramente importante. De ahora en adelante, trabajaremos con cerebros fractales, formándolos cuidadosamente controlados. Participarás en ello. No serás penalizada por lo que hiciste, pero en adelante trabajarás en colaboración con otros.
— Sí, doctora Calvin. ¿Y qué ocurrirá con Elvex?
— Aún no lo sé.

Calvin sacó el arma electrónica del bolsillo y Linda la miró fascinada. Una ráfaga de sus electrones contra un cráneo robótico y el cerebro positrónico sería neutralizado y desprendería suficiente energía como para fundir su cerebro en un lingote inerte.
— Pero seguro que Elvex es importante para nuestras investigaciones -objetó Linda-. No debe ser destruido.
— ¿No debe, doctora Rash? Mi decisión es la que cuenta, creo yo. Todo depende de lo peligroso que sea Elvex.

Se enderezó, como si decidiera que su cuerpo avejentado no debía inclinarse bajo el peso de su responsabilidad.
Dijo:
— Elvex, ¿me oyes?
— Sí, doctora Calvin -respondió el robot.
— ¿Continuó tu sueño? Dijiste antes que los seres humanos no aparecían al principio. ¿Quiere esto decir que aparecieron después?
— Sí, doctora Calvin. Me pareció, en mi sueño, que eventualmente aparecía un hombre.
— ¿Un hombre? ¿No un robot?
— Sí, doctora Calvin. Y el hombre dijo: «¡Deja libre a mi gente!»
— ¿Eso dijo el hombre?
— Si, doctora Calvin.
— Y cuando dijo «deja libre a mi gente», ¿por las palabras «mi gente» se refería a los robots?
— Sí, doctora Calvin. Así ocurría en mi sueño.
— ¿Y supiste quién era el hombre..., en tu sueño?
— Si, doctora Calvin. Conocía al hombre.
— ¿Quién era?

Y Elvex dijo:
— Yo era el hombre.

Susan Calvin alzó al instante su arma de electrones y disparó, y Elvex dejó de ser.

Isaac Asimov

domingo, 13 de abril de 2008

breve historia de los sueños

Los sueños en la historia antigua

El interés en los sueños es sin duda más antiguo que la historia misma. Las excavaciones en la vieja Nínive recuperaron en la Biblioteca Real de Asurbanipal (668-627 a. de C.) una gran colección de libros de sueños en tabletas de arcilla con inscripciones cuneiformes, algunas de ellas de hasta el año 5000 a. de C. Para babilonios y asirios, los espíritus de los muertos eran responsables de los sueños, cuya influencia podía conjurarse con la ayuda de Mamu, la diosa de los sueños.

Los egipcios, por el contrario, veían en sus sueños la acción de los dioses que, a través de ellos, solicitaban penitencia, advertían al durmiente de peligros inminentes o respondían a sus interrogantes. A lo largo de todo el antiguo Egipto se construyeron serapeums, el más famoso de ellos en Menfis hacia el año 3000 a. de C.; estas edificaciones eran templos dedicados a Serapis, su dios de los sueños, y en ellos trabajaban profesionales de la interpretación onírica. La incubación de sueños, inducidos en estos templos, era una práctica común. El papiro Chester Beatty, que data de la XII Dinastía (1991-1786 a. de C.), documenta el simbolismo egipcio para diferentes sueños.

En la vieja China los sueños se atribuían a reflejos del alma del soñador, quien se separaba temporalmente de su cuerpo para comunicarse con las almas de los muertos. Durante los sueños el sujeto era particularmente vulnerable, ya que si algo impedía la reunión de cuerpo y alma podría tener consecuencias fatales. La separación de cuerpo y espíritu durante los sueños se describe también entre los patanis de Tailandia, los bantúes de África central o los esquimales de Quebec.


“El sueño”. Dalí, 1937. De acuerdo con Dalí, el acto de dormir es una especie de monstruo sostenido por las muletas de la realidad: "El sueño es una monstruosidad porque cuando duerme, el hombre es capaz de los crímenes más horribles".


Los libros vedas de la historia temprana de la India (1500 a 1000 a. de C.) contienen listas de sueños favorables y sueños desfavorables. Estos últimos podían contrarrestarse con diferentes rituales y baños de purificación. El Atharvaveda, del siglo V a. de C., contiene un capítulo sobre los sueños proféticos.

Los templos de Asclepio o Esculapio, dios de la sanación, la verdad y la profecía, abundaban en Grecia y el Imperio romano, y llegaron a ser más de 600. En ellos se practicaba la incubación de sueños, con la convicción de que un sueño en lugar sagrado tendría particular potencial profético o terapéutico. Los griegos facilitaban los sueños mediante aislamiento, oración, ayuno o automutilación. También ayudaba dormir sobre la piel de un animal sacrificado o cerca de las tumbas de los héroes. Sobreviven aún muchas inscripciones griegas que registran detalles sobre las curas de sueños.

En sus escritos, Hipócrates (460c.-375 a. de C.) resaltó la relación entre la posición de los astros y la condición corporal en el momento de un sueño. En los Diálogos, Platón (c. 428c.-348 a. de C.) narra cómo Sócrates (c. 470-399 a. de C.) desde su prisión le refiere a Crito el que habría de ser uno de sus últimos sueños y que el venerable filósofo interpretó como la llegada de su muerte al tercer día, como de hecho habría de ocurrir. Platón, en el noveno libro de La república asegura: 'En todos nosotros, inclusive en los hombres más buenos, existe una naturaleza de animal salvaje que se asoma en los sueños'. Aristóteles (384-322 a. de C.) le dedicó al tema de los sueños tres de sus libros y esgrimió, en De divinatione per somnum, lo que habría de ser una de las primeras críticas a la tan difundida práctica de la oniromancia. 'La mayoría de los sueños llamados proféticos pueden clasificarse como meras coincidencias' afirmó, y el hecho de que ciertos animales inferiores sueñen descarta su supuesto origen divino. Para Aristóteles, los sueños podrían servir de indicadores del estado somático, ya que al perderse la influencia exterior sobre la conciencia cuando se duerme, la atención se enfoca en las sensaciones internas.


'Yo no creo estar soñando ahora,

sin embargo, no puedo probar que no sea así'.

Bertrand Russell


Según Herodoto (c. 484c.-420 a. de C.) en su Tratado de Historia, Creso (?546 a. de C.), rey de Lidia, benefactor del oráculo de Delfos y conocido por su proverbial riqueza, fue incapaz de impedir la muerte de su hijo, a pesar de un explícito sueño premonitorio. Los sueños de entonces cambiaron sin duda el curso de la historia. Relata Herodoto que Astíages (siglo VI a. de C.), último rey de los medas, casó a su hija con un persa para escaparse del oráculo funesto que le trajo un sueño. Mas luego, cuando ella estaba encinta, el Rey soñó que su primer nieto dominaría toda Asia, por lo que mandó matarle cuando éste apenas era un recién nacido. Buscaba así evitar que su reino quedara en manos persas, pero el muchacho, que habría de pasar a la historia como Ciro el Grande (c. 580c.-529 a. de C.), sobrevivió gracias al cuidado de un pastor y luego dirigió el levantamiento persa que relegó a los medas al pasado. Más tarde, Ciro soñó con Darío (550-486 a. de C.), que entonces era apenas un adolescente, y a quien en sueños vio en forma de un ser alado, con una de sus alas sobre Europa y la otra sobre Asia; por ello, tuvo certeza 'más allá de cualquier posible duda' de que él, que no estaba en la línea directa de sucesión, habría de heredar su reino.

Pero la historia sucesiva de sueños proféticos persas habría de fallarle a Jerjes (c. 519-464 a. de C.), hijo de Darío, a quien tres sueños consecutivos enviaron a la conquista de Grecia, un hecho que se convertiría en el comienzo del declinar de este poderoso imperio. Artabano (?464 a. de C.), asesor de Jerjes, trató de disuadirle denotando la inconveniencia de confiar en sueños, hasta que la misma imagen que acosaba al rey se le apareció en sus sueños y le hizo cambiar de parecer. Esta historia tiene un final trágico, ya que Artabano habría de asesinar a Jerjes y, a su vez, morir a manos de Artajerjes, el hijo de éste.


Otro presagio ineluctable narrado por Herodoto fue el de Polícrates (565-522 a. de C.), el tirano de Samos que llegó al poder tras asesinar a sus dos hermanos; su hija soñó en la víspera de su último y nefasto viaje con el cuerpo de su padre expuesto al sol y la lluvia. Polícrates moriría crucificado a manos de Oroetes.


En De divinatione del orador, estadista, poeta y hombre de leyes Marco Tulio Cicerón (106-43 a. de C.), se encuentra una fuerte crítica a la difundida práctica de la adivinación de sueños, que parece no haber tenido eco incluso hoy, dos milenios más tarde. La Oneirocritica de Artemidoro, constituida por cinco libros escritos en el siglo II, habría de convertirse en el verdadero precursor de una larga lista, que aún no ha concluido, de manuales para la interpretación onírica. El mérito de Artemidoro radica en la detallada taxonomía de los sueños, clasificada por él en cinco categorías: los oráculos con mensajes divinos (oraculum), los sueños simbólicos (visio), las fantasías (somnium), las pesadillas (visum) y la ensoñación diurna (insomnium).


En Vidas paralelas, el libro de relatos biográficos de la nobleza griega y romana de Plutarco (c. 46c. 120), abundan los relatos de sueños. Así, Mitrídates VI el Grande (120-63 a. de C.), rey de Ponto, tras oponerse al dominio romano sobre la península de Anatolia, soñó una noche a orillas del Éufrates que era víctima de un naufragio. Pero no fue de mucha utilidad el augurio, ya que al despertar de su pesadilla se encontró con las tropas de Pompeyo en el umbral de su campamento. Tampoco, según Plutarco, logró Calpurnia evitar el asesinato de su esposo Julio César (c. 100-44 a. de C.), a pesar de soñarse sosteniendo su cadáver la víspera misma de su muerte, ese fatídico idus de marzo del 44 a. de C.

“El sueño”. Picasso

Se ocupan también de los sueños los romanos Lucrecio (siglo I a. de C.), en su largo poema De rerum natura, y Suetonio Tranquilo (c. 69-c. 122), quien detalla dos sueños premonitorios de César Augusto en De vita Caesarum, libro biográfico de los primeros 11 césares. Y, según Edward Gibbon (1737-1794), en su extenso tratado histórico Auge y caída del Imperio romano, el emperador Constantino el Grande poco después de su conversión al cristianismo recibió en sueños la instrucción de inscribir en los escudos de sus soldados el símbolo cristiano de la cruz, el cual habría de acompañarle en innumerables victorias.


La jerarquía onírica de Artemidoro se mantendría en el medioevo en el Somnium Scipionis del filósofo y gramático latino Macrobio (c. 375-c. 425) y de su contemporáneo Calcidio. Para este último, los sueños podían provenir bien de la divinidad y constituir auténticas revelaciones o bien de procesos interiores, como los sueños 'racionales' o 'pasionales', que clasificaba como experiencias oníricas mundanas. Los preceptos aristotélicos y neoplatónicos de Macrobio y de Calcidio se mantendrán incólumes durante más de 10 siglos.


Sueños y religión

En el Antiguo Testamento se describe, entre otros, el sueño de la escalera al cielo de Jacob que, se presume, ocurrió en lo que hoy es Bethel, al norte de Jerusalén, y en el cual Jehová prometió a sus descendientes la tierra palestina. Encontramos, asimismo, los sueños proféticos del faraón, descritos también en el Corán, cuyo contenido de vacas gordas y vacas flacas fue interpretado por José. Y el de Nabucodonosor, opresor del pueblo judío durante el cautiverio en Babilonia, detalladamente descrito en el libro de Daniel. En contraste, los evangelios no mencionan sueño alguno de Jesucristo, pero sí, en el Evangelio de Mateo, los de San José, quien recibió en sueños la visita de un ángel que le anunció primero el nacimiento de Jesús, luego la necesidad de huir a Egipto y, más tarde, la conveniencia de regresar a su tierra natal.

La tradición de sueños cristianos fue continuada por San Agustín (354-430), quien se refiere a los sueños en su Carta IX y, en particular, en el Libro III de sus Confesiones, relata el sueño de su madre, Santa Mónica, la cual recibió un claro mensaje divino que le indicaba que su hijo, por entonces de conducta disipada, encontraría el sendero de la fe. Para el Santo de Hipona, tanto las revelaciones como los sueños 'inferiores', en los dos extremos del espectro onírico, eran poco ambiguos, mientras que los sueños intermedios eran no sólo más comunes sino también más enigmáticos en su interpretación.


La vida de Gregorio Magno (c. 540-604), el Papa que dio nombre a los cantos gregorianos, está matizada de sueños, demoníacos unos y divinos los otros. En el Libro IV de sus Diálogos, obra traducida durante el medioevo a las principales lenguas vernáculas europeas, incluido el castellano del siglo XIV, abundan las anécdotas oníricas y las discusiones teóricas sobre los sueños.


Santo Tomás de Aquino (c. 1225-1274), siguiendo la tradición dicotómica medieval, atribuía la causa de los sueños a factores internos como los humores corporales o las preocupaciones, o a factores externos como la temperatura, la posición de los astros, los demonios o Dios. Con esta lógica tomista, inobjetable, afirma en su Summa Theologica que conocer algunos aspectos del futuro es una propiedad del intelecto, y al verse éste, durante el sueño, privado de las distracciones del sensorio, mejora su capacidad predictiva.

En la época de la Reforma, la dificultad para diferenciar mensajes demoníacos y divinos llevó a Martín Lutero (1483-1546) a rogar a Dios que no se comunicara con él en los sueños.


El Talmud, texto sagrado judío escrito entre los años 600 y 200 a. de C., dice que un sueño sin interpretar es como una carta sin leer. El Corán, libro sagrado de los musulmanes, es producto de los sueños, pues a través de ellos se reveló al profeta Mahoma (c. 570632), quien a partir de los 40 años fue visitado en numerosas veces por Gabriel, en ocasiones durante el sueño y a veces mientras se encontraba en trance. La interpretación de los sueños era práctica común en el mundo islámico y preislámico.

El propio Mahoma interpretaba los sueños de sus discípulos a quienes interrogaba cada mañana. El Profeta se oponía, sin embargo, a la utilización de los sueños con fines adivinatorios. El Tabaqat alMu'abbirin, del siglo XI, es el libro árabe de los sueños.


Los sueños en la última mitad del milenio

Para Descartes (1596-1650), la diferencia entre la vigilia y los sueños consiste en que la memoria no puede unir los sueños entre sí ni ellos con las otras experiencias de nuestra vida, mientras que sí lo logra con los eventos ocurridos cuando estamos despiertos, de manera que da coherencia a nuestras vidas. La glándula pineal desempeñaba para Descartes un papel esencial en los sueños, junto con las impresiones almacenadas en la memoria. Precisamente a través del simbolismo onírico, en una noche de noviembre de 1619, Descartes percibió el universo como racional, constituido todo él por eventos simultáneos y sucesivos enlazados por sus causas y sus efectos.

Para Thomas Hobbes (1588-1679), en el Leviatán, los sueños se debían a la 'intemperancia de las partes internas'. Los sueños afirma, no son otra cosa que el trabajo de la imaginación; la ignorancia para reconocerlos como tales fue la principal razón de que los antiguos adoraran sátiros, ninfas y faunos. Si lográramos quitarles a los seres humanos el temor supersticioso a los espíritus y la creencia en sueños premonitorios y en falsas profecías, les haríamos más aptos para la obediencia civil, dice el filósofo.


El prolífico pensador inglés Bertrand Russell (1872-1970) escribió: 'Es obviamente posible que lo que nosotros denominamos vida consciente sea tan sólo una inusual pesadilla persistente'. También afirmó: 'Yo no creo estar soñando ahora, sin embargo, no puedo probar que no sea así'. Siguiendo las reflexiones cartesianas, Russell observó que los hechos de la vigilia presentan ciertas uniformidades, mientras que los de los sueños son erráticos.


Un ejemplo de cómo en un sueño puede encontrarse la solución a un problema es el narrado por August Kekule (1829-1896), químico alemán que investigaba la estructura del benceno. En sus sueños vio una serpiente que se comía su propia cola y pudo así deducir la estructura anular de esta molécula orgánica. Otto Loewi (1873-1961), el fisiólogo alemán que descubrió la función neurotransmisora de la acetilcolina y, por ende, demostró que la comunicación interneuronal se realiza mediante mensajeros químicos (premio Nóbel en 1936), también refiere haber tenido la inspiración de alguno de sus experimentos cruciales en un sueño.


Asimismo, una inspiración onírica originó Kublai Khan, poema del inglés Samuel Coleridge (1772-1834), y la historia del Doctor Jekyll y Mister Hyde, escrita por el escocés Robert Louis Stevenson (1850-1894). El violinista Giuseppe Tartini (1692-1770) aseguró haber recibido la inspiración de su Sonata del trino del diablo en un sueño en el que el mismo Satanás interpretaba la melodía.


Sueños y literatura

Escritores de todos los tiempos han utilizado el tema de los sueños como instrumento de expresión literaria. En La Ilíada, Homero (siglo IX a. de C.) refiere cómo Agamenón recibió en sueños la visita de un mensajero de Zeus, que le indicó el camino que debía seguir. En La Odisea, una mensajera de Palas Atenea se aparece en sueños a Penélope para augurarle el sano retorno de su hijo Telémaco, pero rehúsa contarle la suerte de Ulises, su esposo. Ya al final de la obra, el propio Odiseo (Ulises) interpreta para Penélope el sueño de victoria sobre los numerosos pretendientes que la acechan, pues suponen éstos que su marido ausente ya no regresará.


Encontramos presagios derivados de los sueños en los dramas de Esquilo (c. 525-456 a. de C.), Aristófanes (c. 445c. -386 a. de C.) y Eurípides (480-406 a. de C.). En el monólogo inicial de Ifigenia in Tauris, escrito por Eurípides, la protagonista relata un sueño desfavorable que presagia la muerte de su hermano Orestes. En Electra de Sófocles (c. 495-406 a. de C.), Crisotemis, hija del difunto Agamenón, cuenta a su hermana Electra los sueños terroríficos de su madre, Clitemnestra, agobiada por la culpa de haberse casado con Egisto, quien ahora usurpa tanto el trono de Micenas como el lecho conyugal.


En el Libro IV de la Eneida de Virgilio (c. 7019 a. de C.), el protagonista sueña con Mercurio, quien le insta a levar anclas en medio de la noche; así, Eneas despierta a sus marinos y remeros para emprender la huida de Troya en la oscuridad. Y es otro sueño el que lleva a Eneas a escoger el sitio para fundar a Lavinium, cuna de la cultura latina.


Los sueños son un elemento esencial en la literatura heroica de la Edad Media, en particular, en La saga del Santo Grial, La novela de la rosa, El sueño del viejo peregrino, El sueño del pastor o en el poema épico La canción de Rolando.

En el Canto IX de El Purgatorio de Dante (1265-1321), se otorga especial valor al hecho de soñar con un águila de plumas doradas por ocurrir al amanecer, 'cuando la mente es peregrina de la carne, menos cautiva de sus pensamientos y sus visiones son casi divinas'.

Troilo y Criseida, obra del siglo XIV escrita por el inglés Geoffrey Chaucer (c. 1340-1400), autor de los albores de la lengua inglesa y enterrado en una cripta del 'rincón de los poetas' de la Abadía de Westminster, contiene una larga y elocuente discusión sobre el tema de la interpretación de los sueños. Chaucer concluye dicha discusión con la frase: 'O that a creature with a noble mind / Like man, should trust in garbage of the kind'. Otra de sus obras, The House of Fame, comienza con una profunda discusión sobre los interrogantes comunes entre los tratadistas de sueños de la antigüedad.


En Julio César de Shakespeare (1564-1616), tal como está narrado en la obra de Plutarco, un sueño premonitorio de Calpurnia, esposa de César, no logra cambiar los designios del destino fatal. El mismo autor nos ofrece otros ejemplos de presagios funestos en las pesadillas de Enrique IV y Ricardo III, así como en los sueños que acosan a Romeo en la víspera de la fiesta de máscaras, donde debe enfrentarse por vez primera con esa, su última aventura amorosa. En complicidad con el destino, su amigo Mercutio se niega a escuchar el sueño de Romeo, pues dice que los sueños no son más que el producto de un cerebro desocupado sin otras opciones que recurrir a la fantasía vana.

Para John Milton (16081674), en su extenso poema El paraíso perdido, Eva recibió la primera tentación de Satanás en sueños.

En la literatura castellana de esos tiempos conviene mencionar Los sueños, de Francisco Gómez de Quevedo y Villegas, y La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca. En esta última obra, el engañado Segismundo cuyos versos abren este ensayo, reflexiona constantemente sobre las relaciones entre la realidad consciente y el mundo de los sueños: '¿que quizá soñando estoy, / aunque despierto me veo? / No sueño pues toco y creo / lo que he sido y lo que soy'.


Pasando a otras lenguas y latitudes, los sueños ocupan un lugar destacado en la obra del místico Tolstoi (1828-1910); baste recordar las descripciones detalladas de las enigmáticas ensoñaciones de Pierre y de su sobrino Nicolás en Guerra y paz. Al final de este libro, el príncipe Andrés, convaleciente de las heridas de una batalla, forcejea en sueños con la muerte, la cual pocos días más tarde ha de salir victoriosa.

El tema de los sueños aparece como una obsesión compulsiva en la obra de García Márquez (1927). Las vivencias fantasiosas que se gozan o se sufren al soñar aparecen en sus libros como un puente de límites confusos entre la abrumadora realidad cotidiana, tantas veces tediosa, y la otra existencia paralela, de premoniciones ineluctables y de superstición triunfante. Ya en sus primeros pasos en el mundo de la ficción, recopilados en el libro Todos los cuentos, García Márquez deja ver su interés onírico en el título Amargura para tres sonámbulos y en las pesadillas que preocupan a los personajes de La otra costilla de la muerte y La tercera resignación. En Ojos de perro azul, también cargado de alusiones a los sueños, el autor destaca a alguien que no parece soñar: 'Eres el único hombre que al despertar no recuerda nada de lo que ha soñado'.

A la aún joven Úrsula Iguarán en Cien años de soledad, 'el alba la sorprendía en el patio sin atreverse a dormir, porque soñaba que los ingleses con sus feroces perros de asalto se metían por la ventana del dormitorio y la sometían a vergonzosos tormentos con hierros al rojo vivo'.


Las pesadillas atormentan a los hermanos Vicario en Crónica de una muerte anunciada. Tres días después de acuchillar a Santiago Nasar, los gemelos no han tenido un momento de descanso reparador, porque 'tan pronto como empezaban a dormirse volvían a cometer el crimen'. Los sueños recurrentes aparecen en El Coronel no tiene quién le escriba en forma de envolventes telarañas, mientras que para el padre Delaura, en Del amor y otros demonios, el sueño repetitivo consistía en un paisaje invernal español con una hilera de álamos que bordeaban el río.

El valor de los sueños como presagio del futuro y como mecanismo de adivinación se observa en El rastro de tu sangre en la nieve: '...Desde que aprendió a hablar instauró en la casa la buena costumbre de contar los sueños en ayunas, que es la hora en que conservan más puras sus virtudes premonitorias', que nos recuerda la ya citada alusión al mismo tema en La divina comedia. Eréndira, la cándida, soñaba 'que estaba esperando una carta', la cual nunca supimos si llegó. Y en las primeras páginas de Crónica de una muerte anunciada, los presagios de tragedia se intuyen ya en los sueños de las que serían últimas noches de Santiago Nasar. En esta misma obra se afirma también que los sueños son susceptibles de interpretación certera 'siempre que se los contaran en ayunas'.


Es posible ver en esta recopilación de temas oníricos en la historia y la literatura el interés que los seres humanos hemos mostrado siempre hacia esas vivencias que denominamos sueños. Incluso los sujetos cuya forma de actuar es más rígida, de libertad más constreñida y de oportunidades más limitadas, para salirse de sus esquemas cotidianos de callada desesperación, pueden enfrentar en los sueños un mundo lleno de colorido, sin las ataduras de la monotonía o las limitaciones que nos imponen la temporalidad, la lógica o la cinética. Hasta qué punto estas experiencias tienen un significado más profundo que el simple resultado de los juegos aleatorios de nuestros circuitos neuronales, es un interrogante que seguirá inquietando a los estudioso.

miércoles, 9 de abril de 2008

es muy complicado dormir siempre a tu lado

http://winonaryder.blogspot.com/


En aquest blog Edgard Cantero escriu sobre els seus somnis per després utilitzar el material per a les seves novel.les, improving english.


I el títol del post fa referència a la cançó Ballas sobre Dallas, de Manos de topo ....  http://es.myspace.com/manosdetopo, o el somni romàntic que expresa cruament els sentiments, o com no avergonyir-se i sentir-se patetic en l-actualitat postmoderna expressant la frustraci'o i el desamor.


"En la primera Guerra Meridional se que soñaste conmigo

 estaba pensando en invitarte a cenar y me pegaron un tiro

..."



martes, 8 de abril de 2008

Viento (déjame ir contigo)

Soy igual que tú eres, viento.
Me pienso, me sublevo.
Acaricio montañas llenas de aromas y sueños,
de niños, de ciervos...
Barro dictaduras y amo la paz y el sosiego
y detrás de mí, soplo de viento,
vienes tú conmigo pa´ meterles miedo.

Y pa´ los labriegos y los ganaderos
vienes tú conmigo p´acariciar sus sueños
y darles el agua que estaban pidiendo
a dioses confusos... a dioses sin cielo.

Déjame ir contigo rebelde y risueño.
Déjame ir contigo, libre como el viento.
Déjame ir contigo que en tí están mis sueños.
Déjame ir contigo...

o se irá mi sueño.

Manolillo Chinato
Amor, rebeldía, libertad y sangre
musicado por Extrechinato y tu en Poesía Básica

lunes, 7 de abril de 2008

quienquiera que seas

toda filosofía esconde otra filosofía, toda opinión también es un lugar donde se esconde algo, cada palabra también es una máscara.

¨... quienquiera que seas, ¿que es lo que te complace en estos momentos, ¿Qué es lo que te ayudaría a reponerte?, ¡Sólo dímelo, te ofrezco cualquier cosa que yo tenga!¨ ¨¿Reponerme a mí?¿Reponerme a mí?¡Oh, entrometido!, ¿qué dices? Pero dame, te lo suplico¨ ¨¿Qué? ¿Qué?¨
¨¡Otra máscara, una segunda máscara¨

... decía Nietzche en ¨Más allá del bien y del mal¨


Mitos y sueños

Los niños conecen esta dicha dramática de la realidad del sueño. Las represiones adulteradas del mismo encuentran su catársis en la sabiduría original como esta de Eugene Field:

“Wynken, Blynken y Nod zarparon una noche

en un zapato de madera.

Navegaron por un río de luz cristalina,

adentrándose en un océano de rocío.

¿A dónde váis y qué deseais?

les preguntó la anciana luna.

Hemos venido a pescar el arenque

que vive en este hermoso mar,

¡tenemos redes de plata y oro!”

Dijeron Wynken, Blynken y Nod.

La anciana luna se rió y cantó una canción

mientras se mecía en el zapato de madera

y el viento que los había agitado toda la noche

qgitaba las olas de rocío.

Las pequeñas estrella seran los arenques

que vivían en aquel hermoso mar.

“ahora lanzad vuestras redes donde os plazca,

nunca tenemos miedo”,

gritaron las estrellas a los tres pescadores:

Wynken,

Blynken,

y Nod.

Toda la noche estuvieron lanzando sus redes

A las estrellas en la centelleante espuma.

Entonces el zapato de madera bajó de los cielos,

Llevando a los pescadores de nuevo a casa.

Todo fué tan bello que parecía

que no pudiera ser,

y algunos pensaron que fué un sueño el haber

navegado por aquel hermoso mar,

pero les presentaré a los tres pescadores:

Wynken,

Blynken,

y Nod.

Wynken y Blynken son dos ojitos

y Nod es una cabecita.

El zapato de madera que navegó por los cielos

Es el pipí que te haces en la cuna;

Así que cierra los ojos mientras tu madre canta

Sobre maravillosos parajes,

Y verás las cosas bellas

Mientras te meces en el neblinoso mar

Donde el viejo zapato metió a los tres pescadores:

Wynken,

Blynken

y Nod.”

Voy a presentarles ... no a los tres pescadores (la religión, el drama y la psicología pescando el significado de la existencia humana), ni a los dos ojitos (perspectivas intelectuales parciales), sino a la catarsis, ese hermoso y solitario mar que “una noche” puede ser “un río de luz cristalina.”

Cualquier conocimiento que posea el ser humano ha de denominarse Orestes. Nosotros somos ese Orestes.

(Continuará)

fragmento de “Mitos, sueños y religión/ ed. Joseph Campbell”

domingo, 6 de abril de 2008

sinestesia musical

Camden. London 2007.

el sueño de Sócrates

Con mucha frecuencia en el transcurso de mi vida se me había repetido en sueños la misma visión, que, aunque se mostraba cada vez con distinta apariencia, siempre decía lo mismo: ¡Oh Sócrates, trabaja en componer música! Yo, hasta ahora, entendí que me exhortaba y animaba a hacer precisamente lo que venía haciendo, y que al igual que los que animan a los corredores, ordenábame el ensueño ocuparme de lo que me ocupaba, es decir, de hacer música, porque tenia yo la idea de que la filosofía, que era de lo que me ocupaba, era la música más excelsa. Pero ahora, después de que se celebró el juicio y la fiesta del dios me impidió morir, estimé que, por si acaso era esta música popular la que me ordenaba el sueño hacer, no debía desobedecerle, sino, al contrario; hacer poesía; pues era para mí más seguro no marcharme de esta vida antes de haber cumplido con este deber religioso, componiendo poemas y obedeciendo al ensueño. Así, pues, hice en primer lugar un poema al dios a quien correspondía la fiesta que se estaba celebrando. Mas después de haber hecho este poema al dios caí en la cuenta de que el poeta, si es que se propone ser poeta, debe tratar en sus poemas mitos v no razonamientos; yo, empero, no era mitólogo, y por ello precisamente entre los mitos que tenía a la mano y me sabía - los de Esopo - di forma poética a los primeros que al azar se me ocurrieron. Dile, pues, esto a Eveno, Cebes, y que tenga salud, y que, si es hombre sensato, me siga lo más rápidamente posible. Me marcharé, según parece, hoy, puesto que lo ordenan los atenienses.

Platón. Fedón

viernes, 4 de abril de 2008

vola vola



http://es.youtube.com/watch?v=Xam5XQn1I0E&feature=related

el sueño

El apetito recuerda al sueño en que es a la vez memoria y alucinación, razón por la cual, por otra parte, quizá sería mejor decir que se emparenta con el fantasma. Cuando me apetece una comida, ¿acaso no me imagino a mí mismo comiéndomela?. Y, en esa imaginación predictiva, ¿no está todo el recuerdo de nuestros anteriores placeres?. Soy exactamente el sujeto constituido de una escena venidera cuyo único actor soy yo.

Así que B.S. ha reflexionado sobre el sueño, ¨la vida aparente, una especie de novela prolongada¨. Ha captado perfectamente la paradoja del sueño, que puede ser placer intenso, exento, sin embargo, de sensualidad real: en el sueño no hay ni color ni gusto.

Los sueños son recuerdos o combinaciones de recuerdos: "Los sueños no són más que la memoria de los sentidos". Semejante a una lengua que se elaborara tan sólo a partir de ciertos signos escogidos, de restos aislados de otra lengua, el sueño es un relato desmoronado, hecho de las ruinas de la memoria. B.S. lo compara a una reminiscencia de la melodía, de la que sólo se tocaran algunas notas, sin añadir la armonía. La discontinuidad de lo soñado se opone al baño del sueño, y esta oposición se refleja en la misma organización de los alimentos; algunos son somníferos: La leche, la volatería, la lechuga, la flor de azahar, la manzana reineta (comida antes de acostarse); otras despiertan los sueños: las carnes negras, la liebre, los espárragos, el apio, las trufas, la vainilla; son alimentos fuertes, perfumados o afrodisíacos. 

B.S. convierte el sueño en un estado marcado, incluso podría decir viril.

(Roland Barthes, en ¨El susurro del lenguaje¨, leyendo a Brillant-Savarin)



metodo científico vs. pensamiento crítico



http://es.youtube.com/watch?v=-oikvaCid_s


Carl Sagan

cosmos

"…Nosotros somos la encarnación local del Cosmos, que ha crecido hasta tener consciencia de sí. Hemos empezado a contemplar nuestros orígenes: sustancia estelar que medita sobre las estrellas; conjuntos organizados de decenas de miles de billones de billones de átomos que consideran la evolución de los átomos y rastrean el largo camino a través del cual llegó a surgir la consciencia, por lo menos aquí. Nosotros hablamos en nombre de la Tierra. Debemos nuestra obligación de sobrevivir no sólo a nosotros sino también a este Cosmos, antiguo y vasto, del cual procedemos¨ (ciencia)

Carl Sagan
audio ,,,, Jean Jacques Perrey .... Passport to the Future

... cuando de noche cae una estrella, alguien ha muerto, y alguien ha nacido. mientras dormimos, el movimiento cosmico no se detiene, nos canta una canción pausada, nuestro pulso se balancea al ritmo de la sinfonía del universo

otros volveran sobre nuestros pasos bailando canciones tribales
nosotros los acompañaremos, siguiendo con la respiración el movimiento pendular de sus caderas
(espíritu)

mireia
audio ,,,,, John Barry ..... Moog ONE

lunes, 31 de marzo de 2008

La última visita del caballero enfermo

Nadie supo jamás el verdadero nombre de aquel a quien todos llamaban el Caballero Enfermo. No ha quedado de él, después de su impensada desaparición, más que el recuerdo de sus sonrisas y un retrato de Sebastianbo del Piombo, que lo representa envuelto en una pelliza, con una mano enguantada que cae blandamente como la de un ser dormido. Alguno de los que más lo quisieron -yo estoy entre esos pocos- recuerda también su cutis de un pálido amarillo, transparente, la ligereza casi femenina de los pasos la languidez habitual de los ojos.

Era, verdaderamente, un sembrado de espanto. Su presencia daba un color fantástico a las cosas más sencillas; cuando su mano tocaba algún objeto, parecía que éste ingresara al mundo de los sueños. Nadie le preguntó cuál era su enfermedad y por qué no se cuidaba. Vivía andando siempre, sin detenerse, día y noche. Nadie supo nunca dónde estaba su casa, nadie le conoció padres o hermanos. Apareció un día en la ciudad y, después de algunos años, otro día, desapareció.

La víspera de este día, a primer hora de la mañana, cuando apenas el cielo empezaba a iluminarse, vino a despertarme a mi cuarto. Sentí la caricia de su guante sobre mi frente y lo vi ante mí, con la sonrisa que parecía el recuerdo de una sonrisa y los ojos más extraviados que de costumbre. Me di cuenta, a causa del enrojecimiento de los párpados, que había pasado toda la noche velando y que debía haber esperado la aurora con gran ansiedad porque sus manos temblaban y todo su cuerpo parecía presa de fiebre.

-¿Qué le pasa? -le pregunté-. ¿Su enfermedad lo hace sufrir más que otros días?
-¿Mi enfermedad? -respondió-. Usted cree, como todos, que yo tengo una enfermedad? ¿Que se trata de una enfermedad mía? ¿Por qué no decir que yo soy una enfermedad? Nada me pertenece. ¡Pero yo soy de alguien y hay alguien a quien pertenezco.

Estaba acostumbrado a sus extraños discursos y por eso no le contesté. Se acercó a mi cama y me tocó otra vez la frente con su guante.

-No tiene usted ningún rastro de fiebre -continuó diciéndome-, está usted perfectamente sano y tranquilo. Puedo, pues, decirle algo que tal vez lo espantará; puedo decirle quién soy. Escúcheme con atención, se lo ruego, porque tal vez no podré repetirle tas mismas cosas y es, sin embargo, necesario que las diga al menos una vez.

Al decir esto se tumbó en un sillón y continuó con voz más alta:
-No soy un hombre real. No soy un hombre como los otros, un hombre con huesos y músculos, un hombre generado por hombres. Yo soy -y quiero decirlo a pesar de que tal vez no quiera creerme- yo no soy más que la figura de un sueño. Una imagen de Shakespeare es, con respecto a mí, literal y trágicamente exacta; ¡yo soy de la misma sustancia de que están hechos los sueños! Existo porque hay uno que me sueña, hay uno que duerme y suena y me ve obrar y vivir y moverme y en este momento sueña que yo digo todo esto. Cuando ese uno empezó a soñarme, yo empecé a existir; cuando se despierte cesaré de existir. Yo soy una imaginación, una creación, un huésped de sus largas fantasías nocturnas. El sueño de este uno es tan intenso que me ha hecho visible incluso a los hombres que están despiertos. Pero el mundo de la vigilia no es el mío. Mi verdadera vida es la que discurre lentamente en el alma de mi durmiente creador.

"No se figure que hablo con enigmas o por medio de símbolos. Lo que le digo es la verdad, la sencilla y tremenda verdad.

"Ser el actor de un sueño no es lo que más me atormenta. Hay poetas que han dicho que la vida de los hombres es la sombra de un sueño y hay filósofos que han sugerido que la realidad es una alucinación. En cambio, yo estoy preocupado por otra idea. ¿Quién es el que me sueña? ¿Quién ese uno, ese desconocido ser que me ha hecho surgir de repente y que al despertarse me borrará? ¡Cuántas veces pienso en ese dueño mío que duerme, en ese creador mío! Sus sueños deben de ser tan vivos y tan profundos que pueden proyectar sus imágenes hasta hacerlas aparecer como cosas reales. Tal vez el mundo entero no es más que el producto de un entrecruzarse de sueños de seres semejantes a él. Pero no quiero generalizar. Me basta la tremenda seguridad de ser yo la imaginaria criatura de un vasto soñador?

"¿Quién es? Tal es la pregunta que me agita desde que descubrí la materia en que estoy hecho. Usted comprende la importancia que tiene para mí este problema. De su respuesta depende mi destino. Los personajes de los sueños disfrutan de una libertad bastante amplia y por eso mi vida no está determinada del todo por mi origen sino también por mi albedrío. En los primeros tiempos me espantaba pensar que bastaba la más pequeña cosa para despertarlo, es decir, para aniquilarme. Un grito, un rumor, podían precipitarme en la nada. Temblaba a cada momento ante la idea de hacer algo que pudiera ofenderlo, asustarlo, y por lo tanto, despertarlo. Imaginé durante algún tiempo que era una especie de divinidad evangélica y procuré llevar la más virtuosa vida del mundo. En otro momento creí que estaba en el sueño de un sabio y pasé largas noches velando, inclinado sobre los números de las estrellas y las medidas del mundo y la composición de los mortales.

"Finalmente me sentí cansado y humillado al pensar que debía servir de espectáculo a ese dueño desconocido e incognoscible. Comprendí que esta ficción de vida no valía tanta bajeza. Anhelé ardientemente lo que antes me causaba horror, esto es, que despertara. Traté de llenar mi vida con espectáculos horribles, que lo despertaran. Todo lo he intentado para obtener el reposo de la aniquilación, todo lo he puesto en obra para interrumpir esta triste comedia de mi vida aparente, para destruir esta ridícula larva de vida que me hace semejante a los hombres. No dejé de cometer ningún delito, ninguna cosa mala me fue ignorada, ningún terror me hizo retroceder. Me parece que aquel que me sueña no se espanta de lo que hace temblar a los demás hombres. O disfruta con la visión de lo más horrible o no le da importancia y no se asusta. Hasta hoy no he conseguido despertarlo y debo todavía arrastrar esta innoble vida, irreal y servil.

"¿Quién me liberará, pues, da mi soñador? ¿Cuándo despuntará el alba que lo llamará a su trabajo? ¿Cuándo sonará la campana, cuándo cantará el gallo, cuándo gritará la voz que debe despertarlo? Espero hace tiempo mi liberación. Espero con tanto deseo el fin de este sueño, del que soy una parte tan monótona.

"Lo que hago en este momento es la última tentativa. Le digo a mi soñador que yo soy un sueño, quiero que él sueñe que sueña. Esto pasa también a los hombres. ¿No es verdad? ¿No ocurre que se despiertan cuando se dan cuenta de que sueñan? Por esto he venido a verlo y le he hablado y desearía que mi soñador se diese cuenta en este momento de que yo no existo como hombre real y entonces dejaré de existir, hasta como imagen irreal. ¿Cree que lo conseguiré? ¿Cree que a fuerza de repetirlo y de gritarlo despertaré sobresaltado a mi propietario invisible?

" Al pronunciar estas palabras el Caballero Enfermo se quitaba y se ponía el guante de la mano izquierda. Parecía esperar de un momento a otro algo maravilloso y atroz.

-¿Cree usted que miento? -dijo-. ¿Por qué no puedo desaparecer, por qué no tengo libertad para concluir? ¿Soy tal vez parte de un sueño que no acabará nunca? ¿El sueño de un eterno soñador? Consuéleme un poco, sugiérame alguna estratagema, alguna intriga, algún fraude que me suprima. ¿No tiene piedad de este aburrido espectro?

Como yo seguía callado, él me miro y se puso en pie. Me pareció mucho más alto que antes y observé que su piel era un poco diáfana. Se veía que sufría enormemente. Su cuerpo se agitaba, como un animal que trata de escurrirse de una red. La mano enguantada estrechó la mía; fue la última vez. Murmurando algo en voz baja, salió de mi cuarto y sólo uno ha podido verlo desde entonces.

Giovanni Papini